El artículo que sigue es publicado originalmente por Mateo Martinez Abarca, un ecuatoriano estudioso de la filósofía , escritor, analista político y doctorante en Filosofía por la UNAM.
Semana Santa, tiempo de reflexión, contrición y humildad para el mundo cristiano. Fervorosas procesiones en las calles del país, copiosa fanesca, molo de papas y turismo nacional desenfadado. Es además la época del calendario que más parece fascinarle a Rafael Correa, quien desde hace algunos años no desaprovecha la oportunidad para hacer cristología comparada, tejiendo -como los grandes doctores de la iglesia-, paralelismos entre el relato bíblico y el momento “revolucionario” actual. ¿Existen similitudes insoslayables entre la historia de Jesús de Nazaret y la de Rafael Correa? ¿O es que el libro devoto de Tomás de Kempis De Imitatione Christi (La imitación de Cristo) se le subió a nuestro piadoso presidente a la cabeza? Se vuelve necesario aclarar esta y otras interrogantes, como un aporte a la teología política ecuatoriana. Analicemos detenidamente el caso.
Al igual que el Cristo, Correa es un niño humilde que con el pasar de los años va descubriendo poco a poco su misión histórica redentora. Jesús forma su personalidad moral discutiendo junto a los doctores de la ley en el Templo, tal como narra Lucas en su evangelio. Correa lo hace en el colegio San José La Salle en la ciudad de Guayaquil, templo del saber más actual, tal como narra Wikipedia. Tiempo después, Jesús inicia su actividad misionera predicando el Reino de Dios en la ciudad de Cafarnaúm, junto al lago Tiberíades en Galilea. El joven Correa se marcha hacia Los Andes y se establece como misionero por un año en Zumbahua, provincia de Cotopaxi, cerca de la laguna del Quilotoa. ¿No son obvias estas primeras similitudes? “El que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que oiga.”
Podemos así encontrar también semejanzas entre ambos personajes dentro del campo de la doctrina y los milagros. Para Jesús, lo importante es amar al enemigo y a diferencia del pueblo judío, deja en libertad espiritual guardar el sábado. Correa por su parte se guarda hasta el sábado para amar a sus enemigos. Jesús busca a los marginados y pecadores para ofrecerles consuelo y misericordia. Correa también busca a los marginados, -por ejemplo en Isla Trinitaria- y les ofrece la misericordia de la policía, o a las adolescentes pecadoras y violentadas, para ofrecerles el consuelo de la abstinencia. Jesús sana milagrosamente la fiebre de la suegra de Pedro tocándole la mano. Correa mete las manos al fuego por el primo Pedro y este milagrosamente goza de buena salud en Miami, apagándose la fiebre del escándalo.
Pero eso no es todo, hay más. Jesús expulsa a demonios de las sinagogas, resucita a Lázaro de Betania y ordena a una tempestad que se calme. Correa expulsa a los peligrosos ecologistas e indigenistas infantiles que se infiltraron en la Asamblea Constituyente y purifica la política pública de salud sexual y reproductiva –milagro actualísimo- de la infiltración gay-abortista; resucita de entre los muertos a Gabriel García Moreno y va ocho años provocando una tempestad que no se calma. Finalmente, Jesús convirtió el agua en vino en las bodas de Caná y multiplicó los panes y los peces. Correa puso salvaguardias a los vinos y en las bodas solo alcanza para agua, aunque multiplica sándwiches y refrescos cada contramarcha. Hasta aquí ya podría empezar decirse que Correa le gana en poder al Cristo. Sigamos.
Jesús entra en Jerusalén manso y montado en un asno, cumpliendo la profecía de Zacarías. Correa entra en la vida pública dando correazos en el correamovil. El nazareno se rodea de varios apóstoles: Pedro, Juan, Mateo, Santiago (mayor y menor) y Andrés entre los más importantes. Correa tiene los suyos: Mera, Alvarado (mayor y menor), Patiño, Fánder y Serrano. Alberto Acosta no se cuenta, pues para Correa es el Judas que infiltró su propia agenda por las trasteras. Así mismo, desde el punto de vista de la representación simbólica del Mesías, Jesús es el cordero de Dios (agnus dei). Correa, al erigirse a sí mismo como líder mesiánico, se vuelve el Dios de los corderos (deus agnorum). Y podría seguirse indefinidamente tejiendo cristología comparativa: Jesús fue apresado a traición por una compañía soldadesca (la policía de ese entonces), Correa el 30 de septiembre en el hospital de la policía, etc., etc.
Todos estos paralelismos son más que evidentes para cualquier mente atenta, ojo, pero suelen pasar desapercibidos por la chusma (citando a los Salmos 94:8 “haced caso, torpes del pueblo; necios, ¿cuándo entenderéis?”) Pero más allá de todo esto, en la búsqueda de una respuesta final a todas nuestras inquietudes teológicas, es necesario dejar que sean las propias palabras del presidente las que hablen. Y es que Correa, en un afán pedagógico de servicio a la comunidad, se ha visto en la obligación de recordarnos varias veces vía Twitter que cuando de religiosidad y “revolución ciudadana” se trata, la distancia es relativamente mínima.
La oscuridad casi sacra de su interpretación de Semana Santa requiere un profundísimo ejercicio de exégesis bíblica, que logre traducir elementos y relaciones, a ideas un poco más comprensibles. Intentaremos leer lo que dijo el 30 de marzo del 2015, desde su cuenta @MashiRafael contrastándolo primero con lo que dijera en fecha similar el 2 de abril del 2012, también vía Twitter:
2 de abril del 2012
“Para los cristianos, esta es la Semana Mayor, y la Pascua de Resurrección la fiesta MÁS importante. Siempre me ha fascinado la naturaleza humana y la sicología colectiva, tan bien representadas en la Pasión. Las mismas manos que cinco días antes recibían al Cristo con palmas, eran las que pedían ahora su crucifixión, y que suelten a un asesino. Todo manipulado por los Sumos Sacerdotes, con un Pilatos lavándose las manos! Pilatos probablemente después fue condecorado en Roma por haber manejado tan “profesionalmente” una situación tan complicada. Finalmente solo murió uno, y pudieron ser cientos! La historia de la humanidad! Uds. pueden estar seguros que nosotros NUNCA nos lavaremos las manos ante la injusticia, cueste lo que cueste! Feliz semana!”
*Allá en el 2012, diario El Comercio me pidió que comente brevemente las palabras del presidente, lo cual pueden leer aquí.
30 de marzo del 2015
“Feliz semana a tod@s. Semana corta. Ojalá tod@s puedan hacer turismo nacional y disfrutar con la familia. Semana fascinante: de un domingo al viernes, las mismas manos que batían palmas recibiendo a Jesús como rey, pedían su crucifixión por… ¡creerse rey! Manipulados por los hacedores de “opinión pública”, los sumos sacerdotes, no dudaron en pedir la liberación del criminal y la muerte del inocente. No faltaron el traidor que se vendió por unas monedas ni el amigo que se acobardó. Tampoco faltó el gran “estadista” que logró evitar la revuelta, calmar la “protesta social” y a los poderes fácticos, sacrificando tan solo a un inocente. Realmente fascinante.”
Fascinante la evolución del pensamiento político-religioso de Correa. Lo primero que salta a la vista son las similitudes. En ambas ocasiones, Correa piensa al pueblo como incapacitado para comprender el propósito histórico de su redentor. Es por ello que primero lo recibe batiendo palmas y luego, víctimas de la manipulación de los Sumos Sacerdotes (hacedores de opinión pública en su última intervención o más claro, la prensa corrupta) piden su crucifixión. En el 2012 Correa dice solo crucifixión, pero lo curioso es que al 2015 añade “¡por creerse Rey!” ¿Acaso se le escapó un lapsus en el que inconscientemente alude a la reelección indefinida? En ambos casos aparece la figura del gobernador romano Poncio Pilatos. En el 2012 ironiza sobre su manejo “profesional” de la revuelta en su calidad de autoridad imperial, pero en el 2015 le identifica como un gran “estadista” que logró calmar “la protesta social” y a “los poderes fácticos”. Otra alusión inconsciente, quizá a la reciente marcha del 19 de marzo, a la cual acusó de infiltración (de poderes fácticos, como la CIA por ejemplo).
En las palabras del 2015, Correa curiosamente ya no habla de que “no se lavará las manos ante la injusticia” como Pilatos. Más bien, aparece una visión menos irónica y más justificativa de este personaje, quien termina tomando una decisión política: sacrificar a un inocente para que “no mueran cientos”. ¿Cuál es el sacrificio que en su visión hace Correa? ¿El Yasuni -quizá- con sus pueblos no contactados inocentes y su biodiversidad? Así mismo, en la versión del 2015 Correa introduce las figuras del “traidor” que se vendió por unas pocas monedas (Judas) y el amigo que se acobardó (Pedro). ¿Quiénes son los traidores de la “revolución ciudadana” y los amigos que se “acobardaron”? En la visión sobre la lealtad de Correa, ha habido “infiltrados” en el proceso, tanto pasados como actuales.
A manera de conclusión, se vuelve posible afirmar unas cuantas cosas. Correa ha hecho en dos ocasiones una lectura política de coyuntura a través de los hechos que componen la Semana Santa. En ambas ocasiones comenta e interpreta las acciones de los personajes, pero al aludir a la coyuntura, se inserta también a sí mismo en el relato de los evangelios tejiendo paralelismos con el momento actual. La genialidad de Correa consiste en romper toda distancia entre el tiempo bíblico y el tiempo histórico: al narrar la Pasión, nos habla a la vez sobre la “revolución ciudadana”. Si Jorge Luis Borges viviera, seguramente encontraría en esto el tema para un relato. Escribiría quizá acerca de un presidente sudamericano, que fascinado por su propia religiosidad y sometido a su función política, se observa a sí mismo a través la paradójica dualidad redentor incomprendido/autoridad responsable, condenado inocente/juez. Pensábamos al inicio de este texto que sólo se miraba a sí mismo como lo primero. Pero en esta dialéctica tan intrincada como la propia fanesca, descubrimos que se trata de una síntesis bicéfala, que camina sobre el fino borde donde entronca lo celestial y lo terrenal. Una realidad similar a una pesadilla gobernada por el dios Jano, en la que Jesús de Nazaret y Poncio Pilato son, a la vez, una misma persona.