Hay la certeza que el nuevo año nos traerá la ansiada felicidad. Pero debemos dejar de ser tan soñadores. Nos satisface la vida de los caballeros que cenan, duermen y hacen testamento, como quería Cervantes. Aquella felicidad, aquella meta no llega como una dádiva, como un obsequio de alguna mano generosa. Hay que poner de nuestra parte, para que esos sueños se conviertan en una halagadora realidad. El estudiante que aspira a ser un profesional prestigioso tendrá que desvelarse sobre los libros investigando la verdad, enriqueciendo cada día su acervo de conocimientos; el abogado, defendiendo el derecho y la justicia; el médico, tratando de salvar vidas, mitigando el dolor; el militar, defendiendo las fronteras y dando cátedra de civismo; el policía, manteniendo la paz y tranquilidad ciudadanas; el sacerdote, velando por la feligresía y llevando el mensaje de amor y comprensión del evangelio cristiano; el obrero, el trabajador, el hombre del agro, contribuyendo con su esfuerzo a mantener la grandeza y prosperidad de la Patria. Ese mañana mejor, ese futuro no vendrá fácilmente.