Especialmente para mi señora madre, mi esposa, mis hermanas y todas las mujeres que lean este blog:
Hay un ser en la vida para unos olvidada y abandonada a su suerte y para otros considerada, querida y recordada, pero su luminosidad es tan grandiosa y extraordinaria porque su naturaleza es única y excepcional en el universo en el que vivimos, ciertamente que es así porque nadie puede conceptuar exactamente la verdadera dimensionalidad que en sí engloba y amalgama la mujer en el prodigioso mundo de la vida. Ella ha sido y seguirá siendo en el tiempo y en el espacio la inspiración poética del pensamiento del hombre en lo más excelso de su palabra.
Saludamos con el corazón en llamas a la mujer ecuatoriana, a la mujer lojana en nombre de la señora de la esquina que en el fogón hace caldos los domingos. La chiquilla del frente que tiene su primer romance tras el tapial. La mayor que está lavando las letrinas del hotel. La campesina de la Sierra que es simultáneamente artesana, agricultora y madre. La indígena del Oriente, la costeña que cocina los cangrejos. Aquella mulata que baila el sábado al son de la marimba. La enumeración puede ser interminable. Más aún en un país subdesarrollado y dependiente como el nuestro, por ello saludamos a todas las mujeres de nuestro país.
Por ello, cantamos a la mujer madre que sentada en un rincón del patio, ve elevarse la sonrisa de sus hijos como globos de colores mientras espera. Espera un mundo en paz para este siglo que comienza. Cantamos a la niña en la calle que sola y perdida deambula con su manita estirada en una súplica muda, mientras espera. Espera…. Un castillo de ilusiones rotas. Cantamos a la maestra que con paciencia infinita dirige los torpes deditos de una pequeña mano en sus primeros intentos, mientras espera…. Espera el milagro de un mundo de letras, de música y sonido con ecos.
Cantamos al ama de casa que en su condición de objeto aún espera… Espera el milagro de cada día con la inocencia prístina de un rayo de sol en una gota de rocío. Cantamos a la mujer ancestral, que elevándose a través de los siglos protege la vida como milagro divino.
Canto a mi madre que en su intuitiva sabiduría me enseñó a valorar la sencillez de las cosas… Canto humildemente a la mujer anciana, la de los ojos húmedos y transparentes, la que sentada en el atardecer espera….Espera la ternura, la palabra y no el olvido. Amen.
Cortesia de nuestros amigos Efren Qhizhpe Cabrera y Campos Ortega Romero